martes, 25 de julio de 2017

UN POCO DE DALÍ, FAUSTO Y LA CANCIÓN DE LA PULGA


Hoy -anuncia el humorista en el bar del barrio-, víspera de Sant Jaume, San Jaime o Santiago el Apóstol, patrón de España, les cantaré un fragmento del Fausto, de Goethe, en que Mefistófeles canta "La canción de la pulga", en el capítulo: Taberna de Auerbach, en Leipzig, o reunión de alegres compañeros (canción sobre la que Beethoven compuso un lied). En este capítulo, nos advierte Mefistófeles que esta canción la trae de España, es decir, que no se trata de una pulga alemana, ni de aquella pulga inglesa, erótica, de John Donne, sino de una pulga española.
¡A saber cómo habría llegado esta pulga hasta Alemania!, pregunta la sobrina de la peluquera.
Pues emigrando, como mi hermano Pepe, contesta la dueña del bar.
No se burlen de la madre patria en un día tan señalado, ¡”Santiago y cierra España”!, exclama la cuñada del dentista.
¡Señoras y señores, que ya no tenemos pulgas ni piojos, a Dios gracias!, advierte la fiscal del barrio, que no es fiscal, sino vecina que fiscaliza.
Pero, queridas señoras, si se trata sólo de un monólogo musical que estoy preparando para unos bolos de verano..., apunta el humorista, consternado por la reacción.
Lea, lea, no tema, que algunos han perdido el sentido del humor, ¡si es que alguna vez lo han tenido!, replica la vidente del barrio, cuya familia de visionarios, pitonisas y videntes profesionales, por cierto, no tiene nada que ver con la vidente y astróloga que ha conseguido resucitar al Dalí embalsamado, explica.
Después del show daliniano, paso a cantarles el texto de la pulga, indica el humorista.

-Mefistófeles (cantando):

Érase una vez un rey
que una gran pulga tenía;
tan tiernamente la amaba
como si fuera su hija.
Al sastre mandó llamar
y dijo: "Toma medidas
a esta pulga, que es mi amiga".

-Brander: Sobre todo no olvidaría de encargar al sastre que le tomase con exactitud las medidas, a fin de que no se notase en sus calzones ni una arruga.

-Mefistófeles (sigue cantando):

De terciopelo y de seda
tenémosla ya vestida;
su traje lazos llevaba;
su pecho una cruz lucía;
Luego el rey la hizo ministra
y ennobleció a su familia.
Gran revuelo hubo en la corte;
la pulga a todos mordía
sin respetar a la reina
más que a cualquier camarista.
Ninguno osaba a la pulga
aplastar, si hacia él venía,
ni aun rascarse, por no hacer
a su rey entrar en ira.
Mas nosotros nos rascamos
si alguna pulga nos pica.

(Todos a coro con grandes gritos de alegría)

Mas nosotros nos rascamos
si alguna pulga nos pica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Miquel Cartisano: Uno se vuelve viejo, sin duda, pero ¿quién se vuelve juicioso?. Mefistófeles se lo pregunta así mismo viendo la actuación de unos y de otros. Y Mefistófeles sabe más por viejo que por mefistotélico. Salut
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