martes, 17 de febrero de 2015

CALLES DE MÉXICO, HISTORIAS Y LEYENDAS

"Este libro, publicado por vez primera en 1922, contiene crónicas sobre las diversas calles del centro histórico de la ciudad de México, tal y como el autor las conoció y recorrió a principios del siglo XX.
Cronista incansable, González Obregón nos cuenta los relatos míticos, históricos o de sapiencia popular, que dieron nombre, santo y seña a las calles del centro de México."*

Por ejemplo: "La leyenda de la Mulata de Córdoba, sucedido en la calle de la Perpetua". Era la historia de una mujer que no envejecía a pesar de los años, y por eso fue acusada de hechicería y condenada por la Inquisición. Pero, cuenta la leyenda, que al final escapó de la cárcel mediante un navío que había dibujado en la pared, con un trozo de carbón.

O el caso de la mujer herrada por pecadora, de la que reproduzco la portada del cómic de la colección Tradiciones y leyendas de la Colonia, que publicaba en viñetas esas historias truculentas, casi siempre leyendas de amor y terror.


LA MULATA DE CÓRDOBA

Cuenta la tradición, que hace más de doscientos años, en la ciudad de Córdoba, Veracruz, vivió una joven que nunca envejecía.
Nadie sabía de quién era hija; la llamaban la Mulata. En el sentir de la mayoría, la mulata era una hechicera que había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las noches, pues muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa, habían visto que por las rendijas de las ventanas y puertas salía una luz siniestra, como si por dentro un poderoso incendio devorara aquella habitación.
Otros decían que la habían visto volar por los tejados, despidiendo miradas satánicas y sonriendo diabólicamente con sus labios rojos y sus dientes blanquísimos.
Los jóvenes, prendados de su hermosura se disputaban la conquista de su corazón. Pero a nadie correspondía, a todos desdeñaba, de ahí la creencia de que el único dueño de sus encantos era el señor de las tinieblas.
Sin embargo, la mulata asistía a misa, hacía caridades, y todo aquel que imploraba su auxilio la tenía a su lado.
¿Qué tiempo duró la fama de la mulata? Nadie lo sabe.
Lo que si se asegura es que un día en México se supo que desde la villa de Córdoba había sido traída a las sombrías cárceles del Santo Oficio por practicar la brujería.
Pasó el tiempo, hasta que un día se supo que en el próximo auto de fe, la hechicera saldría para ser quemada en la hoguera. Pero el asombro creció cuando se supo que la Mulata había escapado burlando la vigilancia de sus carceleros..., más bien, saliéndose delante de uno de ellos.
¿Cómo había sucedido eso? He aquí la verdad de los hechos.
Una vez, el carcelero penetró en el inmundo calabozo de la hechicera, y se quedó maravillado al contemplar en una de las paredes un barco dibujado con carbón por la Mulata, la cual le preguntó en tono irónico: ―Buen hombre, ¿qué le falta a este barco?
―¡Desgraciada mujer! ―contestó el interrogado― si te arrepintieras de tus faltas, si quisieras salvar tu alma de las penas del infierno, no estarías aquí y ahorrarías al Santo Oficio que te juzgase! ¡A ese barco únicamente le falta que ande! ¡Es perfecto!
―Pues si vuestra merced lo quiere, si en ello se empeña, andará, andará y muy lejos…
―¡Cómo! ¿A ver?
―Así ―dijo la Mulata. Y ligera saltó al navío dibujado en el muro, y éste, lento al principio y después a toda vela, desapareció con la hermosa mujer por uno de los rincones del calabozo.

Luis González Obregón, Las calles de México






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