viernes, 16 de mayo de 2014

¿CAZA DE BRUJAS?, EL SALARIO DEL MIEDO

Nunca hay que apostar por la violencia, dice la dueña del bar.

Mi abuelo, aunque era anarquista, era contrario a la violencia y, cuando vio tantas barbaridades en su pueblo durante la guerra civil española, se hizo pacifista, anarquista pacifista, decía él, comenta la nieta.
Arrestar a ese joven servirá de ejemplo de lo que no hay que hacer ni decir, opina la cuñada del dentista.
Más que ejemplo, chivo expiatorio, dice la sobrina de la peluquera. Cuando eres joven, te apasionas en un sentido u otro, y dices muchas tonterías.
Así es, asiente el politólogo. De jóvenes, todos hemos dicho y proclamado cosas que, en realidad, nunca hubiéramos hecho. No creo que nadie robe ni mate por la influencia de una opinión. 
Cuando se vulnera el derecho al trabajo y a la vivienda, ¿no se vulnera la Constitución? Y en esos casos, ¿por qué no interviene la autoridad con urgencia en defensa del ciudadano desvalido?, pregunta la hermana del informático.
No mezclemos unas cosas con otras, responde la cuñada del dentista. 
Cuidado, las cazas de brujas empiezan así, persiguiendo y queriendo aterrorizar a los ciudadanos, dice la sobrina de la peluquera.
Yo tenía una tía abuela que era bruja, encantadora, sanadora de los celos amorosos de los niños, y recibía ramos de flores de las madres, explica la dueña del bar.
Hace años escribí una oda contra la violencia, comenta el poeta romántico del barrio.
"Las brujas de Salem", una obra de teatro de Arthur Miller, qué miedo!, exclama la hija de la bibliotecaria.
Más miedo dan esos intransigentes, intolerantes, que se presentan como ejemplos morales, vidas ejemplares que, si no vives a su manera, te señalan, te condenan y no te contratan ni en el circo, y menos si llevas un perro o un gato!, exclama el humorista del barrio. 

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