jueves, 9 de octubre de 2008

A PROPÓSITO DE LA POESÍA AMATORIA DE PERE GIMFERRER, O ¿SIGUE SIENDO VÁLIDO EL "AMOR" COMO TEMA LITERARIO?

Vivir es, desde el principio, separarse.
Pedro Salinas,
Razón de amor.

Els homes anaven amb un test amb la flor.

Mercè Rodoreda,
Viatges i flors

Supongamos por un momento que, pese a celebrar las exequias del amor, insistimos aún en escribir poesía amatoria, a la manera de los últimos poemarios de Pere Gimferrer, Amor en vilo y Tornado. ¿Es ello posible en tiempos de descrédito?, diría nuestro querido aguafiestas Bertolt Brecht.

Nos queda tal vez el recurso de reducir el amor a técnica literaria. Hagamos una prueba teórica. Respecto al asunto del “enamoramiento” como técnica literaria, lo calificaremos como una técnica que nace del “descrédito del amor”. Lo sabe todo el mundo, y es profecía (como diría J.V. Foix), que es tarea de laberinto, ardua, mantener comunicación amorosa con nadie, ni con "los vitalistas del nuevo mundo que nunca paran quietos", ni tampoco con los "desengañados del viejo mundo que no se mueven" (recordemos a las protagonistas de Henry James, que se destrozan entre América y Europa en busca del amor, siempre letal cuando lo encuentran). Nos recomiendan que hay que hacer pruebas amorosas, aventurarse sin miedo. Insistir en el amor. De acuerdo. Pero aquí se trata de querer vivir el amor a solas, del amante o del poeta solitario que utilizará el amor como técnica poética; que volverá solo a casa, sin que nadie le espere para mirarle, para quererle y, claro es, para hacer la vida de rigor mediante el “rigor amoroso”. ¿Un poeta solitario que no cree en el amor y que, sin embargo, intentará escribir un buen poema amoroso? Perplejidad. Sin embargo, también él, desde la “tierra baldía, gastada”, reclama su derecho a escribirlo.

En cuanto al famoso deseo, nombremos al deseo, sus celadas, sus dominios privados, su satisfacción fugaz: siempre habrá que rendirle cuentas de algún modo por haber atravesado sus dominios. Asimismo, al poeta que se desvía del camino, que no quiere amar sino como técnica literaria, o que por lo menos tal es su pretensión, le sucede a menudo que puede estar jugando con fuego, como se dice. Pero todo, ya lo sabemos, se reduce a una cuestión de tiempo y destiempo. En suma, hay que saber esperar. Y, por otro lado, a veces lo más práctico, y menos doloroso, es comunicarse con desconocidos o "representar amor en las calles del amor oscuro", donde es posible amar sin preguntar. A la larga, resulta menos costoso en todos los sentidos, y el resultado de la satisfacción viene a ser casi el mismo, nos diría el sofista pragmatista. Pues ya Freud advertía que, en las historias amorosas de una pareja, hay siempre más de dos personas, incluso cuatro, dos presentes y dos ausentes (aquí se ha colado el humor). Si esto es así, como dice Freud, que en toda relación de pareja, entre la piel y el deseo de esas parejas se congrega y late una multitud de personas (ahora exageramos un poco,) a las que hemos deseado y odiado de algún modo en otro tiempo, el descrédito del amor parece evidente, aunque no se perciba a primera vista en el lecho confortable, en el campo de plumas del que hablaba Góngora en sus días más optimistas. Por otro lado, el marqués de Sade nos anuncia que todo amor, toda pasión es criminal. En todo amor siempre hay un indicio criminal, y en los peores casos una huella de sangre. Visto y sufrido lo cual, que seres desconocidos hagan de médium y convoquen en la alcoba a esa multitud que uno lleva dentro de sí, parecería tan digno y amoroso como el llamado “amor auténtico”. ¿Esta clase de amor, el amor principal, el amor auténtico, el de las parejas llamadas enamoradas, no acaba siendo al final también un compromiso de “interés”, no sólo sentimental?, se pregunta otra vez el sofista, cada vez más tentado por lo prohibido.

Éste es, pues, el descrédito del amor, del que nace el “enamoramiento” como técnica literaria, y mediante la cual se pueden escribir los versos más tristes y amorosos esta noche, como diría Neruda. Y quizá tan auténticos y sentidos como los escritos por los llamados “enamorados de verdad”, los fieles del amor. Con lo cual quedaría abolida la patente de autenticidad del lenguaje de la poesía amorosa al uso, considerado éste ya como arcaico, más propio de otros tiempos mitificadores.

Por lo tanto, ¿el último poemario de Pere Gimferrer es de naturaleza verbal arcaica? ¿Incorporar al verso la palabra “clítoris” (aunque sea de seda) u otra semejante, es suficiente para actualizar el discurso poético? ¿La forma poética, pues, continuará siendo arcaizante? Así es, a no ser que pronostiquemos que también en Gimferrer se da el tema del amor como técnica poética, como pretexto para crear y recrear el tema del amor mediante la técnica del collage literario (incorporación e imitatio de versos de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, etc.). En consecuencia, en su poesía, el amor también sería un recurso, una técnica estrictamente literaria, y quizá esto mismo, el juego literario, la “forma recreada”, lo haría más moderno pese al lenguaje arcaizante de su estilo poético.

O dicho de otro modo, ¿acaso no podemos alcanzar el amor, después de su descrédito, mediante el recurso de la “técnica del enamoramiento” y posterior arte poética? En suma, se trata de considerar si, no obstante las exequias del amor que apuntábamos al principio, podemos todavía escribir poemas de amor, aun no sintiéndolo como verdadero, como auténtico al iniciar el poema, antes de la elaboración técnica del mismo. ¿Será acaso menos auténtico éste que el otro poema, el de antaño, el del “amor verdadero”? ¿Quizá sólo distingue y separa a ambos una pura cuestión de fe amatoria? ¿Cuál de los dos, en suma, es más auténtico?

Ante semejante duda o disyuntiva, serán aceptadas apuestas y réplicas de sofistas, poetas, lectores y enamorados. Ahora se acercan personajes de otra época y transeúntes de hoy a declarar, a darnos su testimonio de amor en la mesa de juego. Que se haga el silencio. Escuchemos en el vacío “la música de las esferas” al rozarse, el sonido puro, original, como recomiendan los neopitagóricos. Ruedan los dados sobre el tapete verde.

AT


DOS POEMAS DE PERE GIMFERRER


VIADERA

El saqueo de luz del condottiero
cuando Florencia es una rosa rota,
estos campos que ven agazapados
la estirpe del moral en la terraza,
esta escalada de las alïagas
cuando las nubes miran en el rostro
del condottiero un espejo de sal;
vamos así cegados, en la endecha
que tus colinas dicen en mis manos,
en el paisaje de tu luz a tientas,
la copa de blancura de tus nalgas,
más costumbre de fruta que de luz,
más costumbre de tacto que de fruta,
donación del espíritu frutal,
como en los bosques viven los espíritus
y hablan con voz de savia al condottiero
que se desgarra y que se descarría,
que rasga la campiña de teatro
para yacer en tu monte de Venus:
la cabeza de playa que clarea,
el parabrisas de la intensidad,
esta insaculación que me echa a suertes
y me reparte en bólidos el ser;
sólo entregarse, sólo estar hundido
como en la espuma muere el hidroplano,
yacer sólo en los ojos de tu playa,
verme en la nube de tu respirar.

(del libro Tornado, Ed. Seix Barral, Barcelona, 2008)


DEA

Cámaras y recámaras del estío, las playas
donde ha reverberado la maquinaria rosa
de la tarde de cúpulas en la luz sulfurosa
del estuco del mar que el azul pinta a rayas.

Lejos quedó el solemne verdear de las hayas,
y con nalgas frutales hoy tu cuerpo reposa
como el sol atigrado en los tapices mayas,
cielo o cuenco vertido de pétalos de rosa.

Carne, celeste carne de la mujer, arcilla:
fulges como el verso de Hugo y de Rubén;
el oro de tu piel recoge en su gavilla
los azules miniados que asaltan el arcén;

no es serrallo de Mozart ni carnaval de harén
tu cuerpo de Tiziano que la luz no mancilla;
no sabría beberme con los ojos la orilla

de tu piel oceánica en noche de satén;
este escudo de oro de tus nalgas astilla
el portón de lo oscuro cuando te digo "Ven"

y con las claridades del estuco del mar
con tus labios de plata me llegas a besar.

Niza, 17-VIII-2005

(del libro Amor en vilo, Ed. Seix Barral, Barcelona, 2006)

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